*El físico nuclear Manuel Fernández Ordóñez analiza el accidente en la central nuclear de Fukushima-Daiichi.
El reactor japonés requiere refrigeración asistida durante días para evitar fugas incontroladas.
El mecanismo de las nucleares no deja de asemejarse al de la olla a presión que se emplea a diario en cualquier cocina: calienta el agua hasta convertirla en vapor para, en el caso de la planta atómica, transformar ese vapor en energía. Los expertos simplifican el funcionamiento de la central de Fukushima con el de una cacerola ordinaria: si el recipiente colocado en el fogón se conecta a una turbina de modo que el vapor emitido por el puchero la hiciera rotar, y si en lugar de fogones la fuente de calor fuera una reacción nuclear desencadenada en el interior de una vasija, se habrá reproducido el funcionamiento de un reactor de agua en ebullición (BWR). El mismo sistema que amenaza con liberar radiactividad en el complejo atómico japonés. Idéntico, por otra parte, al empleado en la nuclear de Santa María de Garoña (Burgos) que una delegación de expertos de la planta japonesa visitó el pasado junio para compartir experiencias operativas.
Por ello el sector y la empresa que diseñó el reactor de la planta japonesa, General Electric, equipara este tipo de plantas a las centrales eléctricas convencionales con una peculiaridad: la zona en la que se produce la reacción nuclear, una vasija cerrada y cercada por muros de contención, requiere un aislamiento absoluto y una refrigeración constante para mantener la fisión atómica bajo control.
Si ese recipiente emite algún tipo de escape al exterior provocaría una fuga con propiedades radiactivas; si la temperatura del recipiente aumenta en exceso, la presión puede descontrolar la reacción hasta fundir el núcleo y desencadenar desde fugas hasta, en el peor de los escenarios posibles, una explosión nuclear. El resto de mecanismos que emplea la nuclear es convencional: carecen de la menor amenaza radiactiva.
Pero una explosión nuclear parece altamente improbable en el reactor japonés, coinciden los expertos. Para minimizar riesgos, la vasija del reactor se instala en un edificio de contención que aísla la emisión radiactiva del exterior en caso de fuga. Esta construcción dispone de una especie de piscinas en las que puede acumularse vapor radiactivo si la vasija sufre una presión excesiva por problemas de refrigeración. Estos depósitos sí podrían explosionar emitiendo gases radiactivos al exterior que en ningún caso pueden compararse a la gravedad de una explosión nuclear.
Riesgos de la refrigeración manual
Cuando se detecta una anomalía como el seísmo del pasado viernes el reactor detiene la reacción nuclear inmediatamente. Pero la parada no implica un enfriamiento inmediato, como sí ocurre en una planta de gas. Ya apagado, el reactor se mantiene como una olla calentada mediante un enorme brasero de carbón en ascuas. Sin fuego, las ascuas siguen emitiendo calor durante días, por lo que el recipiente requiere ser refrigerado incluso durante semanas.
Para hacerse una idea de lo lento del proceso de enfriamiento, el combustible gastado que las nucleares amontonan en las piscinas sigue generando calor durante años aunque con una intensidad mucho menor de la temperatura registrada en la vasija.
El reactor japonés se halla sobrecalentado y el sistema de refrigeración automático, que dejó de funcionar por efecto del terremoto, debe sustituirse por una especie de refrigeración manual. El método, denominado feed and bleed en la jerga técnica, consiste en liberar gas radiactivo de la vasija y alojarlo en las piscinas aisladas del exterior que se hallan dentro de la zona de contención. Una vez enfriado, el vapor se convierte en agua que se vuelve a inyectar en la vasija para reducir la temperatura del núcleo.
El riesgo de mantener esta operación durante días es que la presión de estas piscinas puede aumentar hasta propiciar una explosión de este depósito. En ese caso, para evitar que se libere vapor radiactivo de forma incontrolada, se recurre a ventear la piscina; es decir, expulsar de forma controlada vapor con propiedades radiactivas. Es el mecanismo que está realizando el reactor de Fukushima, según han declarado autoridades japonesas citadas por agencias de noticias del país. Este trabajo manual debe, poco a poco, reducir la presión de la olla del reactor hasta normalizar la temperatura del núcleo.
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