El volcán de La Restinga ha vuelto a despertar desde la mañana de este martes. Sobre las 08.30 horas comenzaron a observarse nuevemente fuertes ebulliciones que bajan y suben de intensidad cada quince minutos más o menos. Esta actividad concide con una noche en la que la red de vigilancia volcánica de seguimiento 24 horas del Instituto Geográfico Nacional (IGN) ha registrado en la isla de El Hierro un total de 15 sismos de entre 1,5 y 2,8 grados de magnitud en la escala de Richter.
El mayor de los sismos tuvo una magnitud de 2,8 grados y se produjo al noroeste del municipio de Frontera. Este evento fue localizado en el mar a 20 kilómetros de profundidad.
El resto de sismos registrados se produjeron, sobre todo, al noroeste de Frontera, entre los 10 y 24 kilómetros de profundidad. El último de ellos, de 1,9 grados de magnitud, se produjo a las 07.43 horas a unos 17 kilómetros de profundidad y epicentro en el mar.
El volcán de El Hierro no solo ha alterado la vida de los habitantes de la isla, sino que ha generado un auténtico hervidero en el Mar de Las Calmas, donde la erupción ha calentado la temperatura del agua hasta los 35 grados y, de cuando en cuando, expulsa gases y restos de magma a borbotones.
El lugar elegido por el kilómetro cúbico de magma que está presionando el subsuelo de El Hierro -según cálculos del CSIC- ha encontrado el camino más fácil hacia la superficie en una fisura situada en una reserva marina, un espacio natural privilegiado que fue protegido en 1996 a demanda de los propios pescadores locales.
Las primeras imágenes de lo que está sucediendo debajo del mar, sobre el foco de la erupción, las ha captado esta semana el buque científico Ramón Margalef, del Instituto Español de Oceanografía (IEO), y muestran un incesante burbujeo camino de la superficie.
Ese burbujeo se percibe desde hace días desde tierra, en forma de un punto blanco en mitad de una inmensa mancha verde, donde se generan ondas concéntricas, a veces emergen piroclastos humeantes y cada vez con más frecuencia surgen borbotones de gases volcánicos.
El más espectacular de esos fenómenos tuvo lugar el sábado por la tarde, a las 18.00 horas (hora canaria), cuando una bolsa de gases creó una enorme burbuja de vapor y ceniza que se elevó de 20 a 25 metros de altura por encima de la superficie del mar.
Fue tan impresionante, que las autoridades decidieron desalojar La Restinga por segunda vez, pensando que el cono volcánico se había acercado a la superficie y la erupción podía volverse explosiva.
Sin embargo, el comité científico aclaró este lunes que no era ese el escenario al que se enfrenta en estos momentos La Restinga, sino a otro sin riesgo alguno para la población: la expulsión periódica de burbujas de gases que irrumpen a borbotones en la superficie.
Decenas de curiosos y periodistas se han acercado esta martes a la costa de La Restinga para presenciar ese fenómeno por sí mismos.
Y el volcán no ha defraudado: tras un día de relativa calma, el foco de la erupción ha obsequiado este martes a los curiosos con imágenes difíciles de observar en el mar, pero que aquí están solo a una milla de la costa, a tiro de cualquier cámara de fotos.
De repente empieza a surgir un punto blanco, que se extiende en ondas concéntricas, parece empezar a hervir y se rompe en borbotones negros para volver a desaparecer en la calma inmensa del océano.
Y, de paso, el volcán impregna así el agua con concentraciones de hierro cuatro millones de veces superiores a las normales, según detectó ayer el equipo del IEO embarcado en el Ramón Margalef.
En sus propias palabras, la erupción está dando lugar "a un gigantesco fenómeno de fertilización oceánica", que aporta cantidades enormes de hierro para los organismos autótrofos.
Pero no todo es tan idílico en La Restinga, donde los negocios siguen cerrados por falta de actividad y solo un puñado de vecinos se han animado a aprovechar el permiso de las autoridades para visitar el pueblo desde el amanecer hasta el ocaso.
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