Setenta bungalows y coches quemados
La imagen de la destrucción total del fuego la daba las setenta bungalows destrozados, donde no se podían ver ni las estructuras levantadas. Todo ha quedado al nivel del suelo: aparatos de aire acondicionado quemados, utensilios de cocina, una tableta portátil completamente destruida, las bombonas de butano que no explotaron por las llamas, además de varios coches. Objetos que prueban que hace pocas horas estaba ocupado por una veintena de familias-el camping estaba casi completo-que ayer por la tarde fueron desalojadas por los cuerpos de seguridad.
El propietario del negocio, Antonio Harder, explica que hacia media tarde les obligaron a marcharse porque "no podíamos hacer nada contra el fuego". Su finca, formada por 7,5 hectáreas de pinos y alcornoques ha quedado muy afectada. Sin embargo no se ve vencido, a pesar de que ya ha perdido la temporada de verano. "El camping dentro de un año será verde y funcionará pero tenemos 70 toneladas de chatarra que tenemos que limpiar", señala con convencimiento, aunque también reconoce haberse sentido "abandonado". Su testimonio es el de un vecino que se siente "muy indefenso" cuando recuerda no haber visto "ni un solo bombero" en la zona. Entiende que "había urgencias en otros lugares" pero también se pregunta por qué "no meter un coche de bomberos para intentar salvar el camping" en el momento de desalojarlos.En Agullana, pendientes del nuevo fuego reavivado
Hacia las dos de la tarde, volvía a reavivarse el fuego al lado de Agullana, coincidiendo también con un accidente en la AP-7 que ha complicado aún más los trabajos de extinción y que ha obligado a cortar dos sentidos de forma intermitente. Los vecinos de la Estrada, un barrio que pertenece a Agullana, estaban muy pendientes del fuego y de las columnas de humo que se levantaban a una zona montañosa de tocar el núcleo principal. Es el caso de Manuel Alberto, un vecino que ayer domingo trabajó como voluntario para evitar que las llamas llegaran a las casas. "El fuego estaba totalmente fuera de control", recuerda y explica que recibieron la orden de dejar las casas y de irse en Agullana, donde entonces era seguro. Ahora la situación se ha invertido y no saben cómo evolucionará.Este vecino reconoce sentir angustia pero no está dispuesto a irse de casa. "Las casas son de piedra y te puedes cerrar en el sótano pero es una manera muy triste de pasar al otro mundo". El único aspecto que ve positivo es que la tramontana ha dejado de soplar para que, "con ella, no hay bombero que sea capaz de apagarlo", concluye.
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