La actividad sísmica se estabiliza en El Hierro mientras el magma, que se desplaza bajo la tierra hacia el interior del Mar de Las Calmas, en La Restinga, deforma la isla 35 milímetros. Las últimas 24 horas en El Hierro fueron muy similares a los últimos días, con seísmos de un máximo de 3,3 grados en la escala Richter y a una profundidad de entre doce y 17 kilómetros, para totalizar 148 movimientos, nueve de ellos sentidos por la población. Son parámetros que, según los científicos, no aseguran una erupción inminente.
Para que ello ocurra, deberían variar, esto es, se deben producir más seísmos, de más intensidad y a menos profundidad. Hasta entonces, calma chicha en la isla.
La comunidad científica vive un hito histórico en Canarias después de que la última erupción, la del Volcán Teneguía (La Palma, 1971) apenas permitiera un estudio detallado debido a la escasez de medios de la época. Ahora, sin embargo, los científicos son capaces de explicar que, a pesar de que es algo totalmente imperceptible para la población, El Hierro ha sufrido una deformación de 3,5 centímetros, un abombamiento producido por el movimiento de magma bajo tierra, los últimos diez milímetros en diez días.
En total, desde el 17 de julio pasado, el Sistema de Vigilancia Volcánica del Instituto Geográfico Nacional en El Hierro ha registrado 8.613 movimientos sísmicos, 36 de ellos sentidos por la población y con una intensidad máxima de 4 grados en la escala Richter.
"La deformación de la isla sigue teniendo el mismo patrón de comportamiento que en los últimos días", asegura María José Blanco, directora del IGN en Canarias. "El abombamiento se produce por la entrada de material magmático por debajo del edificio insular, lo que hace que la superficie se deforme y sea detectada por estaciones geodésicas. Ahora el magma se desplaza desde el este (Valverde) hacia el noreste (La Restinga) y desde el oeste (El Julan) hacia el noroeste (Sabinosa)".
La mayor preocupación de los científicos en estos momentos es controlar la profundidad de los seísmos. Por ello, a primera hora de ayer se ha montado una estación de control nueva en la zona de La Restinga, para "poder controlar la profundidad hipocentral", explica, "con el objetivo de ver si se produce una migración [del magma] hacia la superficie".
"Si ello ocurriera, señala Blanco, "aumentaría también el tamaño y la frecuencia de los terremotos, y la temperatura del mar, aunque todavía la profundidad de los movimientos es aún muy grande y por el momento no miramos la temperatura del agua".
Los científicos barajan que, de producirse una erupción, ésta sea submarina: "Tendría una explosividad mayor. Esto no quiere decir que sea muy explosiva, sino más explosiva que si la erupción se produjera en tierra". Teniendo en cuenta los fondos marinos canarios son de una gran profundidad, la posibilidad de la aparición de una nueva isla es remota.
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