La población de Becerreá está dividida entre los que sintieron los terremotos de la madrugada de ayer y los que no. De entre los movimientos que se sucedieron desde las dos de la madrugada, en que se registró el de mayor magnitud, de 3,1, los vecinos sintieron especialmente el de las 5.45. Después de que durante unos siete años cesasen las réplicas continuas de la serie de movimientos sísmicos de los años 95 y 97, los vecinos se levantaron ayer con el miedo en el cuerpo. Y es que temen que estos temblores de poca magnitud sean un anticipo de otros más fuertes. A pesar de que van 15 años desde el seísmo de magnitud 5,2 del año 97, a mucha gente en Becerreá le suben las pulsaciones cuando sienten un temblor. Nadie los ha olvidado. Incluso en la última década han empezado a tenerse en cuenta en la construcción de nuevas viviendas. Así, un constructor que prefiere no dar su nombre indica que el arquitecto incluyó más cantidad de hierro en el proyecto de un edificio que se levantará en breve. Y son muchos los vecinos que desde los terremotos de los noventa no han vuelto a dormir sin pijama y se cuidan bien de tener la bata y zapatillas cerca y la salida libre, por si acaso.
«Solo faltaba que empiecen otra vez; me late el corazón que parece que se me sale por las orejas». A Pilar Deiros, como a la mayor parte de los vecinos del tranquilo barrio de A Feira Vella, que está rodeado de monte, no se les pasa por alto ni un temblor: los perros estuvieron ladrando toda la noche desde las dos y los cuervos salieron del souto volando con el de las 5.45. Fue la réplica que más se sintió en Becerreá. A esta hora Pilar Deiros notó cómo vibraban todos los cristales de la casa. «Encima, vienen siempre de noche, porque si fuera de día no daban tanto miedo», concluye.
Jesús Vilela y Otilia Pereira, viven en Cadoalla, a tres kilómetros de Becerreá. Con el temblor de 5,2 en la escala Richter de mayo del 97 compraron una caravana, donde los cinco miembros de la familia estuvieron durmiendo durante tres meses. Aquel temblor causó algunos daños en la casa, que ya repararon, pero sobre todo les dejó tanto miedo en el cuerpo que estuvieron meses sin volver a sus camas. «Estivemos dous meses durmindo no 127 a miña muller e máis eu. Despois compramos a caravana e xa durmimos nela os cinco», explica Jesús. «Durmimos na caravana dende xullo ao 12 de setembro daquel ano», matiza el nieto, Manuel, con recuerdos aún muy frescos.
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