La intencionalidad y las negligencias en la quema de matorrales están en el origen de estos siniestros forestales.
La relación es muy extensa. Vega de Pas, Miera, Soba Entrambasaguas, Liérganes, Santiurde de Toranzo, Villacarriedo, Saro... Así hasta cincuenta localizaciones en toda la región donde desde el lunes se han producido otros tantos incendios forestales. Anoche aún seguían activos diecinueve de ellos. El lunes surgieron diez incendios, 24 el martes y 16 más ayer. De los más recientes, las distintas cuadrillas lograron extinguir ocho de ellos, pero combatían el fuego en otros ocho frentes, que se suman a los once que aún están activos de jornadas anteriores.
Los valles de Soba, Miera y Pas son actualmente las zonas más castigadas por el fuego en el monte. Y de los que permanecen activos, el más dañino ha sido el que se ha llevado por delante quince hectáreas de pinos y arbolado en Vega de Pas, así como el que se está extendiendo por la cabecera del río Pisueña, con otras tantas hectáreas estimadas, aunque en este caso de matorrales y monte bajo.
En las labores de extinción están colaborando el helicóptero del Gobierno de Cantabria y un hidroavión del Ministerio de Medio Ambiente, que actuaron principalmente en los incendios de Pisueña y Sel de la Carrera. «Alarma el número de siniestros», reconoce la directora general de Biodiversidad, María Eugenia Calvo, quien destaca, no obstante, que la actuación conjunta de las cuadrillas de operarios hacen posible que la mayoría queden en incendios que afectan a poca extensión de terreno, a lo que también contribuye que el viento Sur sople con ligera fuerza.
El Sur hace disminuir la humedad relativa del aire y deseca la vegetación, pero el problema es la creencia ancestral de que haciendo quemas se favorece la regeneración de pastizales. Y lo acaba pagando el monte. De todos modos Calvo deja claro que el viento Sur «como mucho favorece, pero no provoca los incendios», un mito respecto a las suradas que quiere desterrar con datos como que el 98% de los incendios forestales que se producen en Cantabria son intencionados bien por negligencias en la quema de matorrales, bien por premeditación.
El pasado año se detuvo y puso a disposición judicial por este motivo a diecisiete personas. Y este año, de momento, a otro más.
Corresponde el detenido al causante de uno de los 38 incendios que se produjeron en la región durante el mes de enero. Pero son los de marzo y abril los meses en los que, estadísticamente, más siniestros forestales hay en todo el año.
El año pasado se contabilizaron 764 incendios, que arrasaron una superficie de 7.900 hectáreas. Algo así como 80 kilómetros cuadrados o una extensión superior a la de los municipios de Ampuero y Cabezón de la Sal juntos. A pesar de esas cifras, Calvo destaca la labor del operativo con que cuenta la Dirección General de Biodiversidad para combatir y extinguir estos siniestros, así como su dedicación a las tareas de prevención, trabajos en los que en marzo y abril tendrán el apoyo de una brigada de la BRIF del Ministerio de Medio Ambiente.
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