*Un mes después del terremoto de Japón la nube radioactiva ha viajado 12.000 kilómetros hasta ser registrada en la región
Los sistemas de control han detectado un aumento de yodo y cesio pero en cantidad «ínfima».
Lo detectan únicamente los científicos. No produce ningún síntoma en la población y solamente es perceptible a través de sistemas de medición sofisticados. La radiación de la central nuclear de Fukushima ha llegado a Cantabria. «No se trata de crear alarma, sino de evaluar, y demostrar, la violencia y los efectos devastadores que la nube radioactiva está produciendo» y, también, que en nuestra región existen métodos para detectar de inmediato estos problemas. El yodo y el cesio no conocen fronteras», explica en científico Luis Quindós de la Universidad de Cantabria.
La llegada de la radiactividad en Cantabria ha sido localizada porque la autonomía cuenta con uno de los cuatro laboratorios para medirla que hay en el Norte (18 en toda España). Los riesgos «son más que remotos» y los investigadores están alertas y vigilantes ante su evolución y las consecuencias que, con seguridad, no tendrán ni para la salud ni para el medio ambiente porque, se trata de «niveles tan ínfimos» de yodo y cesio que sólo sirven para demostrar que, a pesar de los 12.000 kilómetros que separan Fukushima de esta tierra, la nube radioactiva ha tardado sólo tres semanas en alcanzar España.
Desde el día 1 de abril el laboratorio de la red de alta sensibilidad, ubicado en la Facultad de Medicina, ha detectado en el aire presencia de isótopos radioactivos que no pueden provenir de otro lugar más que de Japón: se ha detectado yodo 131 (que es su isótopo radioactivo) y algo de cesio 137. Llega en una nube radioactiva que se ha ido extendiendo y que ha penetrado en España por el mar Atlántico.
El índice controlado en Cantabria es 4.000 veces menor que el umbral establecido para declarar una alerta. «Lo detectado supone niveles ínfimos. En realidad, sirve para darnos una idea de la gravedad de lo que ha pasado en Japón, al haber llegado hasta aquí», explica el científico Quindós Poncela, considerado como uno de los expertos más importantes de España, y que lidera un grupo de experimentados investigadores en la región.
El yodo es un elemento fundamental de contaminación debido a elementos radioactivos artificiales (los no producidos por la naturaleza). No es radioactivo pero sí lo es uno de sus elementos (el isótopo 131) que sólo se produce cuando hay una reacción nuclear, por lo que únicamente puede proceder de una explosión atómica o de una central nuclear. «Cuando se detecta en momentos como los actuales, se sabe que proviene de Fukushima».
Multiplicado por mil
El 'fondo' que se tiene como referencia en Cantabria de la presencia de yodo es de 0,0001 unidades (cada una es de bequerelios por metro cúbico. El Bequerelio es la unidad de actividad radiactiva en el sistema internacional). En el registro situado en la Facultad de Medicina se detectaron los días 1, 2 y 3 de abril, mil veces más este índice, situándose en 0,1 unidad de bequerelios. «Hay que tener en cuenta que el límite de exposición establecido por las autoridades internacionales, el limite máximo de yodo 131 como para crear 'alerta', está situado en 400 bequerelios por metro cúbico». El terremoto en Japón fue el 11 de marzo y cuando se ha detectado en Cantabria la presencia de yodo fue tres semanas después. Los registros recogidos en los 18 laboratorios que existen en España han sido similares.
Aire, lluvia, hierba, leche
Ésta es la cadena por la que llega el yodo. En Cantabria se ha detectado en el aire, el agua de lluvia -durante esos días se registró una pluviometría de 10 litros por metro cuadrado- lo llevó a la superficie, cayendo sobre la hierba, y como consecuencia, llega a la leche a través de los pastos con los que se alimentan las vacas, «en niveles ridículos. Hablamos siempre de 'detectar' niveles de radioactividad, no de que 'exista' en proporción que pueda suponer un peligro, por lo que los efectos para la salud son cero». La leche puede ser consumida con plena normalidad «y de llegar a haber tenido algún problema sería el producto recién ordeñado, porque la que se consume normalmente en tetra brik, está envasada desde hace meses, lo que hace prácticamente imposible que tenga trazas».
Las muestras se cogen de una ganadería que está en Cueto-Monte desde hace 20 años. «De yodo hemos visto lo mismo que los japoneses aunque, en nuestro caso, dividido entre 10.000».
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