Un consorcio holandés estudia cómo extraer el fuel del buque para evitar un desastre ecológico
Se ha ido el sol en la idílica isla de Giglio, en la costa toscana. Las nubes amenazan lluvia, el mar se mueve, cada vez más furioso, y el agua está helada. Nada bueno para la macrooperación de rescate de los pasajeros desaparecidos, con toda seguridad, en el interior del laberíntico crucero Costa Concordia, que naufragó la noche del viernes. Es mediodía y se han interrumpido temporalmente los trabajos de prospección porque el trasatlántico se ha movido y, en esas condiciones, puede ser una trampa mortal para los profesionales que participan en la operación.La sexta víctima mortal encontrada la pasada noche todavía está en el interior. Acceder al cadáver es "complicadísimo", según explican fuentes de los bomberos que participan en un dispositivo conjunto formado por el Cuerpo de Bomberos, la Marina, y la Guardia Costera italiana. En cuanto el tiempo lo permita, se retomará la búsqueda de la decena larga de personas que aún se dan por desaparecidas.
Preocupación por el fuel del buque
Pero si preocupan las personas, no preocupan menos las 170 toneladas de fuel almacenadas en las tripas del barco gigante, cuyas dimensiones convierten en miniatura todo lo demás. Un consorcio de empresas holandesas trabaja en el estudio de la mejor fórmula para evitar el mal sueño de un desastre ecológico que tiene en vilo a todos los habitantes de la isla. "Espero que se estén haciendo las cosas bien porque estamos muy preocupados por nuestra costa, de la que vive mucha gente", afirmaba el alcalde Sergio Ortelli.El pueblo ha perdido totalmente su ritmo de invierno. El pequeño puerto, como de juguete, se ha convertido en un inmenso plató de televisión y centro de operaciones de emergencia. Lo será por tiempo, a juzgar por la opinión de los especialistas, básicamente espeleólogos, submarinistas y marinos. Mientras, los habitantes abren a toda prisa cafés y tiendas dispuestos a hacer su enero.
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